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mi caso concreto, lo que hice fue tirarme desde un puente, y me desperté
sobre un montón de basura en la margen de un río, mientras un camionero
me daba unos golpes tremendos en la espalda, moviéndome los brazos
como si fuera un monigote. En cambio, para Reg, la bala fue mortal de
necesidad... Pero no sé si os interesa mucho lo que estoy contando...
Miró a su alrededor. Sus amigos le miraban con un aire inquisitivo,
incluso preocupado. El agente y su mujer se miraron. La mujer del
escritor estaba a punto de decir que ya se había hablado bastante del
asunto, cuando su marido se le adelantó.
 A mí me gustaría oírlo  dijo . A menos que tengas alguna razón
personal en contra.
 Es la primera vez que hablo de todo esto  contestó el redactor .
No porque tuviera razones personales para no hacerlo, sino, tal vez,
porque nunca he encontrado a nadie que quisiera escucharlo.
 Pues, adelante  dijo el escritor.
 Paul  su mujer le puso una mano en el hombro . ¿No crees
que...?
 Ahora no, Meg.
El redactor continuó hablando.
 El relato nos llegó por correo, en una época en que la revista no
aceptaba ya originales que no hubiera
solicitado previamente. Cada vez que llegaba un nuevo relato, una de las
secretarias lo introducía en un sobre con una carta que decía: «Debido a
los crecientes costes y a la imposibilidad creciente del personal de la
revista de ocuparse del creciente número de originales recibidos, Logan s
no acepta escritos que no haya solicitado previamente. Le deseamos muy
buena suerte en sus intentos si lo remite usted a otras publicaciones».
¿Qué os parece? ¿Verdad que es una maravilla cómo te dan la patada tan
finamente? Además, no es nada fácil utilizar la palabra «creciente» tres
veces en la misma frase, pero se atrevían a todo.
 Estoy seguro de que el original acababa en la papelera, a menos
que adjuntaran un sobre con el remite puesto y ya franqueado, ¿a que sí?
 comentó Paul.
 ~Ah, absolutamente! No hay piedad en la ciudad desnuda.
Un brillo incómodo se reflejó en los ojos de Paul. Sabía que se
hallaba en la madriguera de un tigre, en la que docenas de escritores tan
buenos o mejores que él habían sido reducidos a migajas. Y que, aunque
de momento no podía quejarse, la caída podía producirse cuando menos
lo esperase.
 Como iba diciendo  dijo el redactor, sacando su pitillera , el
relato llegó a la redacción y la secretaria le había puesto ya un clip con la
carta de rechazo en la primera página, cuando se fijó casualmente en el
nombre del autor. Ella también había leído Imágenes del sub mundo.
Aquel año, todos habían leído lo mismo. Y el que no lo había leído
todavía, se lo pedía prestado a un amigo, o se lo compraba, o lo leía en
una biblioteca pública...
Meg, preocupada por la expresión de su marido, le tomó la mano. Paul
sonrió por toda respuesta. El redactor encendió un nuevo cigarrillo. El oro
del encendedor brilló en la oscuridad con la punta del pitillo. A la luz de
la débil llama todos vieron su cara gastada, las bolsas bajo los ojos, las
mejillas fláccidas, las facciones de un hombre en la segunda mitad de la
vida. Paul pensó: «Es la faz de la vejez». Y nadie quiere llegar a ella,
pero, ¿hay alguna manera de evitarla? No hay otra solución que cruzarla
con toda la gracia posible.
La luz del encendedor se apagó. El redactor dio una intensa calada al
tabaco.
 La secretaria que pasó el relato a redacción en lugar de rechazarlo
es ahora la redactora jefe de G. P. Putnam s Sons. No recuerdo ahora su
nombre, pero carece de importancia. En cambio, lo que si la tiene es que
su camino y el de Reg Thorpe se cruzaron. Ella llevaba un camino
ascendente; él, descendente. En fin, la chica pasó la historia a su jefe y
éste, a mí. La leí y me encantó, realmente. Tal vez fuese demasiado larga,
pero se veía dónde era posible podar unas quinientas palabras sin
perjuicio. Y con eso bastaría.
 ~De qué se trataba?  preguntó Paul.
 No hay ni que preguntarlo  respondió el redactor . Tiene que
ver precisamente con todo lo que hablábamos.
 ~Sobre la locura?
 Indudablemente. ¿Qué es lo primero que se enseña en la clase de
literatura en cuanto a redacción? Escribe sobre algo que te sea conocido.
Reg Thorpe sabía perfectamente lo que significaba volverse loco porque
él mismo estaba viviendo el proceso. Creo que la historia me atrajo aún
más porque yo me encontraba en un camino paralelo. Aunque, ya que
hablamos del tema, me parece que el público norteamericano ya está harto
de libros como La locura elegante en Estados Unidos o Ya nadie habla
con nadie o Esperando el fin del mundo frente a un televisor. Todo eso es
tópico en la literatura del siglo veinte. Todos los grandes han tocado el
tema, de una manera u otra. Pero aquel relato era realmente muy
particular muy divertido.
»Nunca había leído nada parecido con anterioridad, ni ha llegado a
mis manos nada igual desde entonces. Se podía comparar con algunos de
los cuentos de Scott Fitzgerald... o con Gatsby. El protagonista enloquecía
de una manera muy interesante. Te hacía sonreír durante toda la acción,
pero había fragmentos en los que no te quedaba más remedio que reír
abiertamente, a carcajadas. Por ejemplo, cuando el héroe le tira la mer-
melada por la cabeza a la chica. Ése es uno de los mejores pasajes, en mi
opinión. Aunque eran carcajadas de doble filo. Te ríes y luego miras por
encima del hombro a ver quién te ha oído. Las lineas de tensión opuestas
en la composición, eran realmente muy interesantes. Cuanto más reías, [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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